Fueron meses de largas despedidas en 2010, de despedidas simultáneas sin tiempo de reflexión. Esas que se acumulan. Andanadas de hechos, andanadas de interpretaciones, una tras otra, superponiéndose, empujándose, destruyendo la poesía que había construído.
Lo mínimo que puedo hacer es recordarte y cuando yo ya no este (escribiendo) espero que alguien más te recuerde, es por eso que escribo estas líneas en algún lugar del no lugar que es Internet.
Me dejaste tu saber, las charlas de filosofía en los bares de Congreso y San Telmo en torno a un plato de pastas con tuco y un vino que sólo tomaba contigo y con mi abuelo. Habías asumido el compromiso de despertarme.
¿Quién sos Ricardo? Algunos te visualizaran como un taciturno, yo te veo como un avanzado a nuestro tiempo que vivió muy rápido varias eras, que quería hoy educar el futuro.
No eras calculador, eras generoso con tus ideas como un plato que rebalsa, que llena y que satisface el hambre de conocimientos. Con mucha simpleza, reflexionaste conmigo, un principiante en la filosofía, sobre Derrida, Hölderlin y Nietzsche. Tus armas más filosas eran las comillas, que desnaturalizaban cualquier concepto o idea, que hacian estallar las certezas más profundas como cuando una bella copa de cristal se cae de nuestras manos e intentamos unir sus pedazos rápidamente y nos cortamos y pensamos: “si recién era un objeto de cristal que tenía asido con firmeza”, era uno y ahora son incontables pedazos que lastiman la unicidad.
Siempre de negro (¿qué significaba este color en vos?), con tu barba recortada en forma de flecha debajo de tus labios, señalaba los secretos que salían de tu boca y que escribiste en Ciudad Política (www.ciudadpolitica.org). Hicimos una comunidad virtual cuando las redes sociales no existían, hicimos seminarios sobre lo que no se dice en la política, hicimos reflexiones sobre la democracia, la biopsicopolítica y la nanotecnología. Hicimos. “Política de la Ilusión”, el libro que me dedicaste especialmente, guarda dentro de sí tu pensamiento crítico y agudo sobre la guerra, la autoridad, el terrorismo, el periodismo, el sindicalismo, el Estado, el bien y el mal y concluye con tu frase “toda coherencia es fatal”.
Hacía diez años que te conocía. Nunca supe que venías desde Bahía Blanca. Nunca supe si tenías familia. Me dí cuenta de tu edad cuando ví el año de nacimiento en la tarjeta con las coordenadas de tu tumba. Vi que “abriste” un Facebook, de allí saque la foto de este escrito, ¿qué pasa con el perfíl de las personas que mueren Ricardo?. ¿La tecnología esta pensada para los vivos?. Ahora mismo, escribo a una «velocidad de escape», cómo titula Mark Dery, estoy apurado, espero no morir antes de terminar (¿siempre morimos antes de terminar?), por eso quiero finalizar ya. Tengo miedo que cuando termine de escribirte ya no estes allí, como los correos que te envíe invitandote a ser parte del Consejo de la (hoy) Fundación Ciudad Política que no se si leíste y los mensajes que dejé en tu teléfono celular que no se si escuchaste. En ese momento me quede tranquilo, pero hoy pienso cada vez más donde queda el “otro” en la cultura digital, la cibercultura que vos te cuestionabas si nos hacía más libres o más esclavos. Me pregunto si estás ahí, leyendo, si mi esencia se conecta con la tuya o si es sólo hiprocresía masiva y superficial que vende millones, pero no tiene nada que ver con la Vida. Creo que estás ahí, atrapado como en la Naranja Mecánica, prestando atención.
Todos tus libros deambulan por mi casa, por momentos estoy emboscado en tus anotaciones, son libros que se mueven en distintas formaciones de ataque, estan juntos Lao Tse, el I-Ching, el hombre postorgánico, Lyotard y Paul Virilio y de repente se separan por los flancos y se vuelven a juntar bajo las órdenes marciales de Sun Tzu.
Por momentos, cuando pienso en vos, la tristeza me inunda (para no decir el llanto, porque me enseñaron que los hombres no lloran) porque me hubiera gustado que sigas siendo una luz en esta Tierra de penumbras, un láser en este mundo que hace que toda palabra mía parezca antigua ante tus ideas que venían desde años que todavía no han llegado (ni siquiera están cerca cuando escribo esto).
Ahora sí, mis reflexiones despegan hacía una dimensión totalmente electrónica, y aquí las dejo (espero que nadie las imprima en papel o las talle en madera, aunque esto último, Ricardo, lo veo más dificil).
Gracias por enseñarme que escribir es hacer y que pensar es arrastrar como decía Foucault. Tengo una deuda con vos que espero pagar con letras.
Ese día (creo que fue un 7 de noviembre), rezamos por vos, aunque se que no lo hubieras querido. En tu entierro sólo cinco personas te despedimos en la Chacarita (estoy orgulloso de haber sido una, junto con tus compañeros de FocusMedia y Revista Dosis donde fuiste director periodístico por más de 20 años), hoy por la red (y te cuestionabas cada palabra, así que aquí hubieramos hablado dos horas de que significa la palabra red), todos te saludan de pie y yo espero volver a verte (tengo la esperanza que todos nos vamos a volver a encontrar porque creo en la vida eterna) y que me digas “Roberto hay que educar el futuro, yo te había avisado”. Mi homenaje para vos, de discípulo y de amigo, espero mantenerme firme el tiempo que me quede despierto. tal vez la poesía vuelva sola y te prometo que cada vez que vea una comilla te voy a recordar. Chau Ric, hasta pronto » »
— Roberto Reale
6 respuestas a «Adios Ricardo Duró, hasta pronto»
Ricardo Duro fue mi gran amigo en el final de los 60 y comienzos de los 70… en Bahia Blanca donde con su singular vestimenta lideraba la reflexion desde la poesia hasta la filosofia…
Ricardo sobrevivio a un shock electrico de 66000 voltios al tomar unas medidas en una usina electrica en las que desarrollaba su profesion de «maestro mayor de obras»… y empezo una nueva vida con las huellas visibles de la quemadura electrica en su espalda y sus manos…y huellas invisibles que tal vez fuerton el motor de su vida de alli en adelante.
Juntos desarrollamos muchos proyectos y hoy al enterarme por este medio de su fallecimiento quiero rendir un homenaje a la memoria de alguien que fue tan influyente en todos los que lo conocimos y tuvimos oportunidad de compartir con el.Chau Ricardo.
Gracias Roberto por recordarlo asi ¡ compartimos un mismo sentimiento, yo fui su compañero de almuerzos de oficina por casi 10 años , muchísimos de estos resultaban ser fascinantes otros muy extraños ( extraño por que no siempre lograba comprenderlo) pero el siempre con sus ganas de enseñar, tenia facilidad para romper paradigmas, formas únicas y amplias de analizar y ver la realidad, yo también sentía que el estaba por lo menos una década adelantado. Siempre te dejaba pensando, recuerdo uno de sus artículos: La educación del futuro:” las claves para comprender el presente están en el Futuro» un genio de verdad, explicaba este concepto de forma coherente y siempre sorprendente, honesto y de grandes valores.
Se fue fiel a sus convicciones, un poeta, un científico de las palabras, de los conceptos, un sociólogo, un ensayista, siempre amigo ¡
Aprovecho este espacio para decir , gracias Ric ! un honor haberte conocido ! .
Te vamos a extrañar y mucho.
Alexis Genuth
has recorrido un largo camino estimado Robert, doy fe que para los «comunes» hablabas en chino (las comillas van de regalo a Don Ric) cuando hablabas de la web de la comunidad virtual (tan inasible), y mira donde estas y estan (vos y comunidad o comunidad y vos). Ese creo es el mejor homenaje a este tu mentor y querido Ricardo.
Un abrazo enorme!
Maga
«No perdiste a nadie, el que murió, simplemente se nos adelantó, porque para allá vamos todos. Además, lo mejor de él, el amor, sigue en tu corazón»
Facundo Cabral
Don Roberto, me saco el sombrero por Don Ricardo. Luego me lo pongo de nuevo, y me lo saco por Usted otra vez. Yo no soy docto y ni siquiera soy muy leido (así, sin acento), pero Dios compensa y lo que no tengo de sapiensa lo tengo de corazón, al que han llegado éstas, sus palabras, arrasando como dice usted, por su tono sincero y sentido
Gracias Don Zoilo por su comentario. Nos vemos en la Radio en el programa Juventud Activa.
— Roberto Reale